domingo, 18 de septiembre de 2011

Todo lo que decayó vuele a ser como nunca fue

La lluvia paró de caer, tiempo más tarde algunos rayos de sol ya asomaban por el este sin embargo yo aún permanecía sentada en el alfeizar de la ventana como si no hubiese transcurrido más de un minuto en lo que estaba allí. 

Un sábado sin tener que ir a trabajar y a tales horas de la mañana no tenía gran cosa que hacer pero tampoco tenía ganas de volver a meterme en la cama. Salté hacia el interior de la habitación, abrí el armario, cogí algo de ropa y fui al cuarto de baño. El pantalón del pijama y el sujetador estaban empapados, abrí el grifo de la ducha y deje correr un poco el agua mientras me los quitaba, tras esto me llevé la mano al pelo y me quité el coletero dejando caer mi melena castaña sobre mis hombros.

El agua resbalaba sobre mi piel; era tan agradable sentir agua caliente por todo el cuerpo; en fin la lluvia no me desagrada en absoluto, es más me encanta sentir las gotas acariciar mi cara pero en ese momento una ducha caliente me parecía la mejor idea.

Que sensación de libertad  el notar todo el cuerpo limpio, la verdad es que no tenía ganas de vestirme pero la sociedad lo exige– ¡Mierda, he olvidado la ropa interior encima de la cama!-. Al ir hacia mi dormitorio pasé por delante del espejo del pasillo; era curioso, me veía en el espejo y sabía que era yo,  pero no asociaba esa imagen a mí. Mi cara cambió en cuanto recorrí un poco más mi cuerpo sin ropa con la mirada y vi de nuevo ese tatuaje al lado izquierdo de mi ombligo; era la mirada de un lobo y bajo esta un 13. Me trajo muchos recuerdos; tal vez demasiados, estuve cinco minutos parada mirando el reflejo del tatuaje hasta que me acordé que tenía que vestirme. Fui por fin a la habitación y me puse la ropa interior, me puse unos vaqueros azules una camiseta negra y unas zapatillas deportivas también negras.

Hora de salir de casa, odio estar encerrada entre cuatro paredes, me siento privada de mi libertad. A pesar de que precisamente por ello mi casa es amplia y con grandes ventanas, para mi seguía siendo una jaula, bonita pero una jaula al fin y al cabo; así que usaba la casa para poco más que dormir y asearme.


Me sentía llena de energía, caminé a buen paso calle arriba hasta encontrarme a las afueras de la ciudad y seguí caminando hasta llegar a un frondoso bosque donde pasaba gran parte del tiempo libre que tenía.

Cuando llegué mi ánimo me desbordaba, adoraba sentirme tan lejos de la industrializada, contaminada y superpoblada ciudad de Cephus, aún me gustaba más la calma que me daba su característico aroma a hierbabuena la cual crecía silvestre por doquier. Pero el verdadero motivo porque siempre merodeaba por aquel lugar, es que ese sitio fue mi hogar, y el de toda mi familia, el lugar que dio vida y cobijo a mi clan, el lugar donde nací, aquel que me fue cruelmente arrebatado, tan lleno de recuerdos, y de esperanzas que yo solía llamarlo “ El bosque de la nostalgia” aun tenía recuerdos de cuando correteaba entre aquellos árboles, de cuando pasaba las tardes más calurosas a la orilla del río, o del día que me hicieron mi tatuaje. Ese día, el que creí que estaba siendo el mejor de mi vida, pero que acabe perdiendo todo cuanto amaba.

El sonido de una rama al romperse me sacó de mis recuerdos, busqué con la mirada que podría haberlo provocado, no iba por allí mucha gente aparte  de mi; por no decir que nunca había visto a nadie más en aquel lugar.

-Creí que tu también habías muerto aquel día- dijo una voz familiar a mis espaldas
-También yo me he atormentado pensando que pude ser la única que sobrevivió, Corvus-
-¿En verdad eres tú, Raksha?-
-Sí, así es- respondí quitándome la camiseta y dejando ver mi tatuaje
-Esta marca ha dejado en muchos corazones una esperanza de tiempos mejores; no podemos fallar- dijo el quitándose la camisa y dejando ver en su pecho un tatuaje similar al mío pero este con el número 11.

Una leve sonrisa se dibujo en las caras de ambos


-Tenemos trabajo que hacer- dijo él mientras se acercaba y me abrazaba
-Así es- asentí mientras le devolvía el abrazo y la sonrisa
-Pero por el momento retirémonos y hablemos, ha pasado mucho tiempo- comentó mientras echábamos a andar al parecer sin rumbo fijo.

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