Volví a
llenar mis pulmones con el humo intoxicado del tabaco y miré a mis compañeros.
Estaba
a gusto, recostada sobre la hierba contemplando a todos tal y como eran, sin
tener que escondernos de nada ni nadie, siendo nosotros mismos en apariencia
física y personalidad.
Corvus
y Therion dormían tranquilos alejados de la hoguera, a mi lado Skädi lucía un
pelaje suave y brillante, Driuk era el único de los lobos que mantenía la forma
humana en ese momento, con la espalda apollada en un árbol bebía, comía y
fumaba casi al mismo tiempo, Zems se había quedado dormido sobre el lomo de
Corvus con el cigarro encendido en la mano, casi hallaba una metáfora de la
vida viendo como mientras dormía otro de sus recuerdos de papel se consumían, Lyra permanecía aun despierta observando la
hoguera sumergida en sus pensamientos, era la primera vez que veía las alas de
un ángel, eran casi por completo negras, a excepción de algunas plumas blancas
repartidas por ellas; en el costado, había unas runas tatuadas donde para
quienes sabíamos interpretarlas se leía : “ El sacrificio llega a la hora de
proteger a aquellos a quienes amamos “
Brillante
frase, gran verdad.
Creo
que observando esa escena empecé a comprender lo que todos ya sabían. No había
lugar ni en Cephus ni en ninguna otra parte para nosotros, nuestras vidas
habían sido truncadas e ignorábamos el por qué. Pero también fue en ese
instante, mirándolos a todos cuando comprendí que lo que nos había unido era
una convicción; la de escribir nuestro destino, la firme idea en nuestros
corazones de no buscar un lugar para nosotros, si no crearlo y sentir como
hogar cualquier parte donde nos halláramos siempre que permaneciésemos mano a
mano y espalda contra espalda.
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